Si la reparación fuera fácil/ Wenn die Reparatur der Seele einfach wäre

Por: Marcela Monsalve.
Übersetzung: Pilar Behl.


Entre todos los posteos, dolorosas noticias, videos y fotos de marchas multitudinarias, largas conversaciones con amigos, cercanos, conocidos y los memes que en medio de la desgracia ponen algo de humor a estos  días grises, he intentado leer algo del imaginario-colectivo  que ha estado presente en nuestro inconsciente por estos días, o al menos en una buena parte de la población.
Han sido días difíciles, a veces duros, a veces llenos de esperanza y orgullo, a veces de una tristeza desoladora.  Por un lado nos encontramos frente a una revolución que todos esperábamos, o al menos aquellos que marcharon durante años por salud, por educación, por no más AFPs, y  quienes desde distintas disciplinas venían anticipando que el sistema era una bomba de tiempo. Muchos sabemos que las demandas no son nuevas,algunos recordaran que las comunidades educativas solo por dar un ejemplo, llevaban años en las calles, sin el apoyo y más bien cuestionadas por la ciudadanía, los profesores muchas veces enfrentados al abucheo de los padres,  "para que eligieron ser profesores", "y donde está la vocación de servicio" eran los comentarios que aparecían el primer día de paro, y era de esperar, si las familias chilenas cuentan con la escuela para poder trabajar, más aún un porcentaje no menor de  niños (como si fuera poco estar casi nueve horas en la escuela)pasan de la escuela a la guardería, porque sus padres por el horarios laboral no pueden cumplir con recogerlos. así de mala es la situación.

Sin embargo con algo de remordimiento puedo decir que esta es la mejor parte, porque si bien estos niños prácticamente no ven a sus padres, podemos decir que al menos los tienen y no les falta la comida en la mesa,  sus necesidades están cubiertas, hay amor, y aunque el tiempo es poco y de mala calidad, al menos está.
Hay otro Chile, un Chile que es tan lejano para algunos como invisible para otros, es el Chile que tímidamente comenzó a visibilizarse en estas semanas, un Chile que ha sido negado y relativizado, el Chile que aparece en números pequeños y que no alcanza a tocar el PIB, el Chile que los estadísticos olvidaron poner en sus datos duros de crecimiento.
Es el Chile de las poblaciones marginadas, de los niños abandonados, de la drogadicción, de la delincuencia, de la falta de oportunidades, de la violencia, el Chile de los niños del Sename, de la deserción escolar, de los que mueren esperando una atención médica, el Chile de los campamentos y de los abuelos que se suicidan por que no les alcanza la jubilación.
Por mi parte podría seguir enumerando cosas y terminar esta nota con una pequeña historia de un niño al que recuerdo con dolor e impotencia, recuerdo que hoy se hace más latente que nunca.
La pobreza es dura, pero no solo por las  carencias en cuestiones básicas como la alimentación, la protección, la salud. En realidad es mucho más que eso, la pobreza es dura también porque está relativizada, porque es invisible, porque es un número en una tabla, en una ecuación, y en sociedades como la nuestra, extremadamente capitalizadas, la pobreza no representa otra cosa que un pequeño problema frente a un amplio número de necesidades de mercado. Y por lo mismo esta revolución no iba a surgir ni antes ni después, porque en Chile la gente se acostumbró a vivir así, y es que nos "corrompieron el alma" como dijo la premio nacional de periodismo Mónica González, porque Chile se acostumbró a pagar el crédito y cerrar los ojos, y de eso también hay que hacerse cargo. La revolución no iba a llegar antes de que tocara los bolsillos  de la muy mal nombrada clase media, quizás a estas alturas corresponde cambiar la nomenclatura y deberíamos decir pobres funcionales al sistema, el caso es que solo en ese instante podían miran lo que había más abajo, ahora que a esta pobreza funcional también le empezaron a salir las cifras en rojo...allí si empezó a importar, allí si vimos a los mapuches, allí si creímos que los gobiernos llevan muchísimos años apuntando a los ojos al primer indicio de reclamo.

Yo no puedo hacer un alto en mi vagar emocional, tampoco en mi crítica, siendo psicóloga llego ahora mismo al simple espanto con los horrores de estas últimas semanas, me duele desde el pelo hasta la punta de las uñas, y aún no logro dimensionar lo que pueden sentir todos las familias de las víctimas que suman y suman,...No me siento mejor ni peor, pero si al margen de muchas cosas porque hasta antes de irme de Chile viví con cierta amargura,incomprendida, la mayor parte del tiempo, nunca me decidí a endeudarme en un departamento, ni en comprarme un auto, ni tener un Ifone, intenté vivir libre, y lo fui en la medida de lo posible, prácticamente sin muebles en el último departamento, con lo básico nada más, y anhelando irme de Santiago, al campo,a la playa,no sé, a cualquier lugar en donde el tiempo tuviera otro valor.

Ayer lloré bastante, yo creo que es algo habitual a estas alturas para todos los chilenos.Como psicóloga puedo afirmar que todas las emociones que sintamos en estos momentos son absolutamente válidas y de ninguna manera tenemos que reprimirlas. Pero es importante también observarlas, porque no todos lloramos por lo mismo y a todos no nos afectan las mismas cosas. Ayer intentaba comprender las palabras de Mónica González,no porque haya planteado una tesis contundente frente a la pregunta de "que nos pasó en 30 años", sino más bien todo lo contrario, ella solo dijo "nos corrompieron el alma" y ahí me acordé de algo que pensé hace unos días cuando escribí la primera nota de este blog. La dictadura dejó traumas invisibles, nudos tan difíciles de desarmar, pero no solo en las víctimas directas, la dictadura desarticulo la comunidad, y nos impuso un modelo económico que nos fue distanciando cada vez más, luego de eso fue fácil tardarnos 30 años en volver a abrazarnos en las calles, a mirarnos con confianza, a validar las demandas y necesidades de otros, a escucharnos abiertamente y a abordar nuestros problemas como comunidad.

Por estos días muchos también nos hemos peleado con amigos, familiares, vecinos, compañeros de escuela etc. Y es que por más que algunos opinen que es una tontera pelearse, lo cierto es que no se puede ser indiferente frente a lo que está pasando, porque nos encontramos frente a una nueva situación de injusticia e impunidad, la cual tenemos el deber moral de reconocer, y no lo digo desde ningún lugar o punto de vista político, sino desde el rol que me corresponde moral y éticamente como psicóloga, no podemos negarlo, no podemos relativizarlo. Si lo hacemos, estaremos desapareciendo nuevamente a las personas, borrándolas para seguir adelante, si no nos peleamos y callamos de nuevo para mantener la calma, para volver a la paz, habremos hecho un nuevo pacto de silencio en donde volveremos a negar a nuestras víctimas, en donde todos estos héroes que hemos caricaturizado y romantizado en las marchas volverán a ser invisibles, si, volverán a serlo porque muchos de ellos lo fueron toda su vida, muchos de ellos son hijos del Sename y ahora encontraron una razón digna por la cual vivir o morir. Si permitimos la impunidad será porque en 17 años de dictadura y 30 años de pseudodemocracia no aprendimos nada, será porque no aprendimos nada de nuestra historia, será porque olvidamos todo el conocimiento y desarrollo psico-social ,  será porque no entendimos que lo más esencial para reparar desde una perspectiva terapeútica a las víctimas y también a nosotros como  sociedad requiere franqueza, requiere verdad, requiere  compasión y empatía , pero por sobre todo requiere justicia.

No nos soltemos...

ÜBERSETZUNG DEUTSCH

Unter all den Beiträgen, schmerzhaften Nachrichten, Videos und Fotos von Massenmärschen, langen Gesprächen mit Freunden, engen Kontakten, Bekannten und Memes, die inmitten des Unglücks diesen grauen Tagen etwas Humor verliehen, versuchte ich etwas von dem imaginären Kollektiv zu ergründen, das während dieser Tage in unserem Unterbewusstsein vorhanden war, oder zumindest in dem einem großen Teils der Bevölkerung.
Es waren schwierige Tage, manchmal hart, manchmal voller Hoffnung und Stolz, manchmal düsterer Traurigkeit. Auf der einen Seite stehen wir vor einer Revolution, die wir alle erwartet haben, oder zumindest diejenigen, die jahrelang für Gesundheit, für Bildung und gegen zusätzliche private Rentenversicherungsfonds marschiert sind und die aus verschiedenen Disziplinen kommend geahnt haben, dass das System eine Zeitbombe ist. Viele von uns wissen, dass die Anforderungen nicht neu sind, manche werden sich daran erinnern, dass zum Beispiel Gruppen aus dem Bildungsbereich jahrelang ohne Unterstützung der Bevölkerung auf die Straße gegangen sind, oder zumindest von dieser in Frage gestellt wurden; dass die Lehrer mit Pfeifkonzerten der Eltern konfrontiert waren: „weshalb haben Sie sich entschieden Lehrer zu werden", "und wo ist das Pflichtbewusstsein", lauteten die Kommentare am ersten Tag des Streiks. Das war zu erwarten, denn die chilenischen Familien verlassen sich auf die Schulen, um arbeiten zu können. Das umso mehr, als dass ein nicht kleiner Teil der Kinder (als ob es nicht genug wäre, fast neun Stunden in der Schule zu sein) von der Schule in die Kindertagesstätte gehen, weil ihre Eltern es auf Grund Ihrer Arbeitszeiten nicht schaffen, die Kinder abzuholen. So schlimm ist die Situation.

Dennoch kann ich mit einigem Bedauern sagen, dass dies noch der bessere Teil ist, denn obwohl diese Kinder ihre Eltern praktisch nicht sehen, können wir sagen, dass sie sie zumindest ein Essen auf den Tisch bekommen, dass ihre Grundbedürfnisse befriedigt werden, dass sie Zuneigung erfahren, und dass obwohl die Zeit für das Essen begrenzt ist, und das Essen von schlechter Qualität ist, ist es zumindest etwas.
Es gibt ein anderes Chile, ein Chile, das für manche so fern wie für andere unsichtbar ist, das Chile, das in diesen Wochen zaghaft sichtbar zu werden begann, ein Chile, das geleugnet und relativiert wurde, das Chile, das als kleine Nummer erscheint und das nicht zum Bruttosozialprodukt beiträgt; das Chile, das die Statistiken vergessen haben, in Ihre harten Daten zum Wachstum mit aufnehmen. Es ist das Chile der marginalisierten Bevölkerung, der verlassenen Kinder, der Drogenabhängigkeit, der Kriminalität, des Mangels an Möglichkeiten, der Gewalt, das Chile der Weisenkinder (Kinder des Sename), der Schulabbrecher, der Patienten, die sterben während sie auf medizinische Hilfe warten, das Chile der Wohnbaracken und der Großeltern, die Selbstmord begehen, weil sie nicht in den Ruhestand gehen können.
Ich für meinen Teil könnte die Dinge weiter aufzählen und diesen Beitrag mit einer kleinen Geschichte über ein Kind abschließen, an das ich mich mit Schmerz und Hilflosigkeit erinnere, heute mehr denn je. 
Armut ist hart, aber nicht nur, weil grundlegende Themen wie Ernährung, Schutz und Gesundheit fehlen. In Wirklichkeit ist es viel mehr als das. Armut ist auch schwer, weil sie relativiert wird, weil sie unsichtbar ist, weil sie eine Zahl in einer Tabelle, in einer Gleichung ist, und in extrem Kapital-orientierten Gesellschaften wie unserer Armut nichts anderes darstellt als ein kleines Problem, das einer Vielzahl von Marktbedürfnissen gegenübersteht. Und aus diesem Grund hat diese Revolution weder vorher noch nachher stattgefunden, weil sich die Menschen in Chile daran gewöhnt haben, so zu leben, und weil sie "unsere Seele korrumpiert" haben, wie die Trägerin des nationalen Journalistenpreises Mónica González sagte, weil Chile sich daran gewöhnt hat, Kredite zu zahlen und die Augen zu schließen. Das sind Dinge, um die man sich auch kümmern muss. Die Revolution ist nicht früher ausgebrochen, bevor nicht die Portemonnaies der sehr unzutreffend bezeichneten Mittelklasse tangiert waren. Vielleicht ist es an diesem Punkt an der Zeit, die Nomenklatur zu ändern, und wir diese Mittelklasse als für das System funktionierende Arme bezeichnen sollten. Tatsache ist, dass sie nur in diesem Moment sehen konnten, was weiter unten geschah, als auch diese funktionierende Armut rote Zahlen zu sehen bekamen. Da begann es wichtig zu werden, da sahen wir die Mapuches, erst dann glaubten wir dass die Regierungen Jahre lang bei jedem Protest sofort anfingen auf die Augen zu zielen.

Ich kann meine Emotionen nicht zurückhalten und auch nicht meine Kritik. Als Psychologin erfasst mich heute selbst der pure Horror angesichts der Schrecklichkeiten der letzten Wochen, mich schmerzt es vom Kopf bis zum Fuß 
und kann es immer noch nicht fassen, was all die Familien der Opfer empfinden müssen, welche mehr und mehr werden. . . Ich fühle mich nicht besser oder schlechter, aber weil ich die meiste Zeit mit einer gewissen unverstandenen Bitterkeit gelebt habe, bevor ich Chile verließ, habe ich nie beschlossen, für eine Wohnung Schulden zu machen, mir ein Auto zu kaufen oder ein I-phone zu besitzen. Ich habe versucht, frei zu leben und ich bin so weit wie möglich damit gegangen: praktisch ohne Möbel in der letzten Wohnung, mit dem Allernötigsten - nicht mehr, und das Verlangen Santiago zu verlassen, aufs Land, an den Strand, ich weiß nicht, an einen Ort, an dem die Zeit einen anderen Wert hat.

Gestern habe ich viel geweint, ich denke, das ist an diesem Punkt für alle Chilenen gleich. Als Psychologin kann ich sagen, dass alle Emotionen, die wir im diesem Moment fühlen, absolut berechtigt sind und wir sie in keiner Weise unterdrücken müssen. Es ist aber auch wichtig, sie zu beobachten, da nicht alle von uns aus dem gleichen Grund weinen und wir nicht von den gleichen Dingen betroffen sind. Gestern habe ich versucht, die Worte von Monica Gonzalez zu verstehen, nicht weil sie eine schlüssige These angesichts der Frage "Was ist in 30 Jahren mit uns passiert?" aufgestellt hat, sondern im Gegenteil, sie sagte nur: "Sie haben unsere Seele korrumpiert." Und da ich erinnerte ich an etwas, was ich vor ein paar Tagen gedacht hatte, als ich die erste Notiz dieses Blogs schrieb. Die Diktatur hinterließ unsichtbare Traumata, schweraufzulösende Knoten, das aber nicht nur in den direkten Opfern. Die Diktatur zerstörte die Gemeinschaft und zwang uns ein Wirtschaftsmodell auf, das uns immer weiter voneinander distanzierte. Danach war es leicht möglich, 30 Jahre verstreichen zu lassen, bis wir uns wieder auf den Straßen umarmten, uns mit Vertrauen begegneten, die Belange und Bedürfnisse anderer anzuerkennen, offen zuzuhören und unsere Probleme als Gemeinschaft anzusprechen.

An diesen Tagen haben sich viele von uns mit Freunden, Familienangehörigen, Nachbarn, Kollegen in der Schule usw. gestritten. Und obwohl einige Leute denken, dass es dumm ist sich zu streiten, sicher ist, dass man nicht gleichgültig gegenüber dem sein kann, was passiert, weil wir uns einer neuen Situation der Ungerechtigkeit und Straflosigkeit befinden, die wir moralisch verpflichtet sind zu erkennen. Und ich sage das nicht aus irgendeinem Standpunkt bzw. politischen Gesichtspunkt heraus, sondern ausgehend von der Rolle, die mir moralisch und ethisch als Psychologin zukommt: wir können das nicht leugnen, wir können das nicht relativieren. Wenn wir das tun, werden wir wieder aus diesen Personenkreis verschwinden und sie aus unserem Bewusstsein löschen, um fortzufahren. Wenn wir uns nicht streiten und wieder die Klappe halten, um ruhig zu bleiben, um in den Frieden zurückzukehren, werden wir einen neuen Pakt des Schweigens schließen, in dem wir unsere Opfer erneut verleugnen. In dem all diese Helden, die wir auf den Märschen karikiert und romantisiert haben, wieder unsichtbar sein werden, ja, sie werden es wieder sein, weil viele von ihnen es ihr ganzes Leben lang waren, viele von ihnen Weisenkinder (Kinder des Senamen) sind und jetzt einen würdigen Grund dafür gefunden haben zu leben oder zu sterben. Wenn wir Straflosigkeit zulassen, dann deshalb, weil wir in 17 Jahren Diktatur und 30 Jahren Pseudodemokratie nichts gelernt haben, sei es weil wir nichts aus unserer Geschichte gelernt haben, oder sei es, weil uns jedes psychosoziale Wissen und jede psychosoziale Entwicklung abhanden gekommen ist, weil wir nicht verstanden haben, was aus therapeutischer Sicht bei den Opfern und auch bei uns am allermeisten der Reparatur bedarf: Offenheit, Verständnis, Empathie und Mitgefühl, aber vor allem Gerechtigkeit

Lasst uns nicht gehen ...

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