Por Marcela Monsalve.
Los relatos tienen mucho poder, nos ofrecen la oportunidad de reflexionar y eventualmente darle sentido a lo que nos pasa. También nos abren ventanas, por las cuales podemos mirar y sentirnos menos solos en nuestro vagar emocional.
Los relatos entonces construyen una especie de nido, de matriz, en la cual nuestra experiencia se llena de significado y dirección, en donde los eventos caóticos y sorpresivos se pueden acomodar y nos permiten evolucionar. Podemos encajar nuestras emociones, comprenderlas y aceptarlas..., entonces los relatos; nuestros, o de otros, nos ayudan a entender cosas, dar sentido a otras, poner un piso a nuestras emociones y vivir con menos caos.
"Podemos en el fondo; ordenar lo impredecible, lo sorpresivo,... podemos insertar nuestras historias en ese relato, ...en donde no solo se re-configura, sino que se imponen a lo que tenemos ya estructurado" (Bruner 2003).
Cuando leemos con interés un relato, cuando nos llama poderosamente la atención una historia, es porque en ella nos identificamos, es porque en ella conectamos nuestras experiencias, emociones, ideas, es porque en ella algo de nuestra historia se re-entiende y re-configura.
Este es mi relato:
Yo soy una chilena que migró a Alemania con casi 40 años. Psicóloga de profesión, amante de la música, de los viajes, de los gatos, de los mariscos, de los libros. Me gusta bailar y cantar, disfruto el humor negro, las tormentas, escribir. Creo en la amistad, en el amor, en la justicia y la libertad.
Llevo un año y medio aquí en Alemania y no ha sido fácil, las barreras idiomáticas las sentí el día uno. Pero si bien hay muchas situaciones que podría relatar como experiencia de una migrante, lo cierto es que el estallido social en Chile, me pilló en medio de este proceso. Entonces ha sido raro, emocionalmente caótico, pero quizás diferente a otros, porque hay elementos que se suman y que se relacionan directamente con la identidad y proceso de adaptación que quienes viven o han vivido una migración pueden compartir conmigo.
Debe ser una de las cuestiones que a la mayoría de los migrantes les pasa, que llevado un tiempo en el nuevo lugar, comienzas a comparar tu cultura, pero paralelamente y como parte del intento de integrarte a la nueva, comienzas a invisibilizar la propia; tus prácticas habituales, tus gustos, tus opiniones y en general todo. No se trata precisamente que pienses que tus costumbres sean malas, o comparativamente peores, pero las ocultas, porque en general, tus conductas, gustos, estilos y performance parecen o pueden parecer extrañas e incomprensibles para los nativos. Sin embargo internamente pasan cosas, te sientes perdido, incómodo, solo, inseguro, ya que mucho de lo que en tu lugar de origen es normal, ahora ya no lo es.
Entras en una especie de escisión, bueno-malo, mejor-peor, adentro-afuera. Lo que comúnmente era aceptado ya no, y viceversa aquellas cosas que te parecían a lo menos cómicas pueden ser perfectamente normales. Esto que en la descripción parece sencillo, es muy complejo y puede llegar a teñir tus días de color gris. Cuesta bastante, porque debilita un área muy importante para cualquier persona. La seguridad.
Por qué? bueno porque teóricamente la seguridad se establece en torno a la comunidad, no es una cuestión inherente al ser, no naces seguro de ti mismo, sino que se forma, se forja por medio de la experiencia, y por sobre todo se establece en base a la identificación con un otro, otro con el que compartes historia, costumbres, gustos, estilos, en resumidas cuentas una cultura. Entonces la seguridad tampoco es algo permanente.
Hasta poco antes del estallido social, mi contacto más cercano con mi tierra, era una pareja de colombianos, con los que compartía el idioma y algunas costumbres. Con ellos me sentía más cerca y a veces aliviada de que mis emociones no fueran solo mías. No recuerdo cuántas veces me pregunté, qué me pasa, por qué me siento tan distinta?. Si bien mi disciplina me hace entender cosas que le van sucediendo a las personas (y a mi misma), es muy distinto estar en medio de un proceso migratorio o proceso de cualquier tipo, en el que son tantas las preguntas y cosas que te ocurren, que es difícil determinar los límites y saber hasta donde ciertas emociones o situaciones son normales. Entonces uno sigue adelante, sin respuestas claras, simplemente sigues avanzando, porque piensas que llegará el momento en que todo eso pase. (Lo cual es cierto, al menos para la mayoría).
En ese escenario de inseguridades y dudas sin respuestas, muchas veces llegué a creer que soy rara e inadaptada. También sentía una especie de envidia de que los colombianos reconocieran su cultura, sus gustos e idiosincrasia. Después de todo yo poco podía identificar de la mía y a parte de mi bandera Mapuche y un par de bandas musicales que a duras penas había logrado posicionar en mi pequeño mundo nupcial, para mi pesar poco a poco también comenzaron a desaparecer frente al Reguetón que se apoderó de todo Europa. Entonces un género musical que nunca fue de mi agrado por todo lo que representa en términos de segregación y machismo, terminó siendo un nexo que me acercaba a esa identidad que comenzó a hacerse tan difusa.
Por eso el estallido social, removió algo en mi, algo muy intenso y profundo. Quizás hay cosas que se ven mejor desde fuera, o hay personas con cierta sensibilidad que te miran y reconocen algo en ti. Mi cuñada por ejemplo desde el día que me conoció, me dice princesa Mapuche, y en nuestro matrimonio nos regaló una Araucaria que tengo plantada en el jardín. Ahora, gracias al estallido, tanto para mi esposo como para su familia, Mapuche significa algo más y entienden porqué en Chile muchos tenemos dos Banderas.
Quien soy yo? que son todos estos símbolos?, un perro con pañuelo rojo?, un chico con una señal de tránsito convertido en Super héroe? un colectivo que se hace llamar Las Tesis? Qué es esto de hacer cabildos para pensar en el futuro? Qué es esto de juntarse a cenar en medio de la ciudad en año nuevo? Eso es Chile?
Si, Chile es eso, pero es más aún. Chile es Cosmovisión Mapu, Chile está lleno de arte, de mil guitarras que espontáneamente suenan por un músico muerto en dictadura, dictadura que marcó la historia y la vida de muchos para siempre, Chile es cueca, chinchineros, graffitis, mimos, diseño, humor y teatro callejero. En Chile abundan los poetas, pregoneros y artistas en todas las esquinas.
Algo lindo me pasó cuando mi esposo comenzó a postear fotos del arte de mi patria, y a comentar, "wow los chilenos son todos artistas". Algo muy lindo le pasó a mi proceso adaptativo, el estallido social cortó por la mitad mi inseguridad y me determinó a ver lo grande que es mi cultura, lo inteligente, lo amable, lo sensible y creativo. Me puso de frente a mi país en donde brilla la picardía y la espontánea solidaridad, esa misma que aparece en los desastres naturales y que estando aquí me acercó a un hermoso grupo de chilenos en Frankfurt, grupo con el que mi inseguridad y esa sensación de "rarita" que venía arrastrando desapareció. Porque yo no soy rara, yo soy chilena.
El estallido fue tan grande que llegó hasta aquí a reconectar mi identidad, esa identidad difusa y lejana. El estallido, no sólo hizo que los chilenos se encontraran en las calles de Chile, porque los que estamos fuera también nos juntamos y al unísono nos sumamos a ese 96% de chilenos cansados de un sistema injusto y maldito.
El estallido fue tan grande que muchos dentro y fuera de Chile hoy nos sentimos menos solos, más conscientes, más orgullosos, y más chilenos que nunca.
Los relatos tienen mucho poder, nos ofrecen la oportunidad de reflexionar y eventualmente darle sentido a lo que nos pasa. También nos abren ventanas, por las cuales podemos mirar y sentirnos menos solos en nuestro vagar emocional.
Los relatos entonces construyen una especie de nido, de matriz, en la cual nuestra experiencia se llena de significado y dirección, en donde los eventos caóticos y sorpresivos se pueden acomodar y nos permiten evolucionar. Podemos encajar nuestras emociones, comprenderlas y aceptarlas..., entonces los relatos; nuestros, o de otros, nos ayudan a entender cosas, dar sentido a otras, poner un piso a nuestras emociones y vivir con menos caos.
"Podemos en el fondo; ordenar lo impredecible, lo sorpresivo,... podemos insertar nuestras historias en ese relato, ...en donde no solo se re-configura, sino que se imponen a lo que tenemos ya estructurado" (Bruner 2003).
Cuando leemos con interés un relato, cuando nos llama poderosamente la atención una historia, es porque en ella nos identificamos, es porque en ella conectamos nuestras experiencias, emociones, ideas, es porque en ella algo de nuestra historia se re-entiende y re-configura.
Este es mi relato:
Yo soy una chilena que migró a Alemania con casi 40 años. Psicóloga de profesión, amante de la música, de los viajes, de los gatos, de los mariscos, de los libros. Me gusta bailar y cantar, disfruto el humor negro, las tormentas, escribir. Creo en la amistad, en el amor, en la justicia y la libertad.
Llevo un año y medio aquí en Alemania y no ha sido fácil, las barreras idiomáticas las sentí el día uno. Pero si bien hay muchas situaciones que podría relatar como experiencia de una migrante, lo cierto es que el estallido social en Chile, me pilló en medio de este proceso. Entonces ha sido raro, emocionalmente caótico, pero quizás diferente a otros, porque hay elementos que se suman y que se relacionan directamente con la identidad y proceso de adaptación que quienes viven o han vivido una migración pueden compartir conmigo.
Debe ser una de las cuestiones que a la mayoría de los migrantes les pasa, que llevado un tiempo en el nuevo lugar, comienzas a comparar tu cultura, pero paralelamente y como parte del intento de integrarte a la nueva, comienzas a invisibilizar la propia; tus prácticas habituales, tus gustos, tus opiniones y en general todo. No se trata precisamente que pienses que tus costumbres sean malas, o comparativamente peores, pero las ocultas, porque en general, tus conductas, gustos, estilos y performance parecen o pueden parecer extrañas e incomprensibles para los nativos. Sin embargo internamente pasan cosas, te sientes perdido, incómodo, solo, inseguro, ya que mucho de lo que en tu lugar de origen es normal, ahora ya no lo es.
Entras en una especie de escisión, bueno-malo, mejor-peor, adentro-afuera. Lo que comúnmente era aceptado ya no, y viceversa aquellas cosas que te parecían a lo menos cómicas pueden ser perfectamente normales. Esto que en la descripción parece sencillo, es muy complejo y puede llegar a teñir tus días de color gris. Cuesta bastante, porque debilita un área muy importante para cualquier persona. La seguridad.
Por qué? bueno porque teóricamente la seguridad se establece en torno a la comunidad, no es una cuestión inherente al ser, no naces seguro de ti mismo, sino que se forma, se forja por medio de la experiencia, y por sobre todo se establece en base a la identificación con un otro, otro con el que compartes historia, costumbres, gustos, estilos, en resumidas cuentas una cultura. Entonces la seguridad tampoco es algo permanente.
Hasta poco antes del estallido social, mi contacto más cercano con mi tierra, era una pareja de colombianos, con los que compartía el idioma y algunas costumbres. Con ellos me sentía más cerca y a veces aliviada de que mis emociones no fueran solo mías. No recuerdo cuántas veces me pregunté, qué me pasa, por qué me siento tan distinta?. Si bien mi disciplina me hace entender cosas que le van sucediendo a las personas (y a mi misma), es muy distinto estar en medio de un proceso migratorio o proceso de cualquier tipo, en el que son tantas las preguntas y cosas que te ocurren, que es difícil determinar los límites y saber hasta donde ciertas emociones o situaciones son normales. Entonces uno sigue adelante, sin respuestas claras, simplemente sigues avanzando, porque piensas que llegará el momento en que todo eso pase. (Lo cual es cierto, al menos para la mayoría).
En ese escenario de inseguridades y dudas sin respuestas, muchas veces llegué a creer que soy rara e inadaptada. También sentía una especie de envidia de que los colombianos reconocieran su cultura, sus gustos e idiosincrasia. Después de todo yo poco podía identificar de la mía y a parte de mi bandera Mapuche y un par de bandas musicales que a duras penas había logrado posicionar en mi pequeño mundo nupcial, para mi pesar poco a poco también comenzaron a desaparecer frente al Reguetón que se apoderó de todo Europa. Entonces un género musical que nunca fue de mi agrado por todo lo que representa en términos de segregación y machismo, terminó siendo un nexo que me acercaba a esa identidad que comenzó a hacerse tan difusa.
Por eso el estallido social, removió algo en mi, algo muy intenso y profundo. Quizás hay cosas que se ven mejor desde fuera, o hay personas con cierta sensibilidad que te miran y reconocen algo en ti. Mi cuñada por ejemplo desde el día que me conoció, me dice princesa Mapuche, y en nuestro matrimonio nos regaló una Araucaria que tengo plantada en el jardín. Ahora, gracias al estallido, tanto para mi esposo como para su familia, Mapuche significa algo más y entienden porqué en Chile muchos tenemos dos Banderas.
Quien soy yo? que son todos estos símbolos?, un perro con pañuelo rojo?, un chico con una señal de tránsito convertido en Super héroe? un colectivo que se hace llamar Las Tesis? Qué es esto de hacer cabildos para pensar en el futuro? Qué es esto de juntarse a cenar en medio de la ciudad en año nuevo? Eso es Chile?
Si, Chile es eso, pero es más aún. Chile es Cosmovisión Mapu, Chile está lleno de arte, de mil guitarras que espontáneamente suenan por un músico muerto en dictadura, dictadura que marcó la historia y la vida de muchos para siempre, Chile es cueca, chinchineros, graffitis, mimos, diseño, humor y teatro callejero. En Chile abundan los poetas, pregoneros y artistas en todas las esquinas.
Algo lindo me pasó cuando mi esposo comenzó a postear fotos del arte de mi patria, y a comentar, "wow los chilenos son todos artistas". Algo muy lindo le pasó a mi proceso adaptativo, el estallido social cortó por la mitad mi inseguridad y me determinó a ver lo grande que es mi cultura, lo inteligente, lo amable, lo sensible y creativo. Me puso de frente a mi país en donde brilla la picardía y la espontánea solidaridad, esa misma que aparece en los desastres naturales y que estando aquí me acercó a un hermoso grupo de chilenos en Frankfurt, grupo con el que mi inseguridad y esa sensación de "rarita" que venía arrastrando desapareció. Porque yo no soy rara, yo soy chilena.
El estallido fue tan grande que muchos dentro y fuera de Chile hoy nos sentimos menos solos, más conscientes, más orgullosos, y más chilenos que nunca.
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