Por Marcela Monsalve.
Fotos Dago Ulloa.
La crisis socio política por la que atraviesa Chile, a los ojos del mundo entero fue una sorpresa. Quienes vivimos fuera, necesitamos varios días para caer en cuenta que esas mega masivas demostraciones de descontento no tenían fecha de término. A medida que transcurrieron los días, de aquello que empezó con la energía contagiosa de los estudiantes secundarios, comenzamos a comprender que la próxima vez que viajemos a nuestro país seguramente nada será igual.Pero esto no lo escribo con nostalgia, ni desagrado , si no más bien con un enorme orgullo y por sobre todo esperanza, emociones que estoy segura comparto con la gran mayoría de chilenos en el extranjero.
Algo muy grande está pasando en Chile, Chile despertó de un aletargado sueño de 30 años. y aunque esto suene reiterativo, lo cierto es que a ratos cuesta comprender como fuimos capaces de tolerar tanto. Nos cuesta creer que haya sido un grupo de estudiantes secundarios quienes terminaron al fin con ese "período de transición", frasesita que tantas veces tuvimos que escuchar en campañas presidenciales, y es que la clase política se olvidó que esperamos 17 años para liberarnos de una dictadura horrorosa, esperamos 17 años para luego caer en la llamada transición que terminó simbólicamente un 18 de octubre al romper los torniquetes del metro.
En psicología hay un concepto llamado desesperanza aprendida, es un signo muy común en personas que después de reiterados fracasos "aprenden" que hagan lo hagan las cosas resultaran mal. Algo así debió pasarle a Chile, o al menos a las generaciones que vivimos en dictadura siendo niños, adolescentes o adultos. Algo le pasó a nuestras mentes, algo muy traumático nos predispuso a tolerar las injusticias más grandes y taparnos los ojos para seguir adelante. Siendo un pueblo a todas luces aguerrido, resiliente, solidario y empático, comenzamos lentamente a seguir la dirección que nos impusieron, así, sin reclamo. Comenzamos a separarnos, a desconfiar de nuestros pares, comenzamos a competir, a seguir las reglas del mercado, comenzamos a caer en un modelo perverso, hecho para automatizar nuestras más elementales prácticas, comenzamos a intoxicarnos, a querer pasar el fin de semana borrados, para volver el lunes a someternos a largas jornadas laborales con bajos salarios, comenzamos a normalizar enfermedades mentales, a tomar píldoras para dormir, a comer mal, a tener mal humor, comenzamos a creer que era normal no tener tiempo para los hijos, a normalizar que una playstation podía reemplazar el tiempo con ellos, comenzamos a creer que el éxito se mide en cosas, a vivir dependiendo de tarjetas de crédito, comenzamos a ocultar nuestras frustraciones debajo de la alfombra, y a creer que edificios como el Costanera Center representaban el progreso, obviando cruelmente la realidad de las poblaciones.
Pero en el interior no nos sentíamos cómodos, nuestros genes y sangre araucana en el interior nos llamaba en un grito sordo a volver a nuestra esencia. Creo que habían momentos en los que aparecía ese espíritu que nos caracteriza como pueblo, cada terremoto, cada desastre cuestión en la que somos punteros, nos recordaba ese espíritu chileno, el alma de nuestros ancestros aparecía para mostrarnos el poder de un abrazo solidario.Hoy Chile esta despierto, despierto escribiendo un nuevo capítulo, con sangre, con muerte, con dolor, pero con la profunda convicción de que no podrán callar nuestro espíritu.
Ya no haremos oídos sordos a las atrocidades del Sename, a las injusticias que el sistema de pensiones comete con nuestros abuelos, no callaremos por todos los que han muerto esperando una atención médica, tampoco por todos nuestros hermanos Mapuche asesinados, no callaremos más exigiendo educación de calidad y sueldos justos para nuestros docentes, no dejaremos de pelear por nuestros ríos, bosques, los recursos naturales de nuestro mar y por todas las injusticias que han soportado las comunidades a merced de vuestras transnacionales.
No volveremos a callar!
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